En cierta ocasión, un niño deseaba saber qué era la Patria. Había escuchado tanto esa palabra, que nunca se había detenido a analizarla. Así que decidió preguntar qué era la Patria, dónde se encontraba, cómo era, en fin.
Se acercó a un profesor y le dijo:
- Maestro… ¿Dónde está la Patria?
El profesor lo miró con cierta sorpresa y contesto:
- ¿La Patria? - ¡Pero qué preguntas haces niño! La Patria está en tus libros de historia.
El niño muy emocionado, fue a casa y abrió los libros de esa materia. Los leyó, pero no los comprendió. Así pasó un buen rato hasta que los libros le aburrieron. El pequeño no quedó satisfecho con esa respuesta.
Entonces fue con otro de sus maestros y le hizo la misma pregunta:
- Maestra… ¿Dónde está la Patria?
La maestra le dijo que la Patria estaba en la naturaleza.
El pequeño estuvo contemplando la naturaleza que lo rodeaba. Se dio cuenta que los árboles morían lentamente. Que los ríos estaban muy contaminados, que el aire que necesitaba para vivir tenía mucha bruma. Que los basureros estaban repletos. Que… bueno… el niño se cansó de tanto mirar pero no estuvo satisfecho con la respuesta que anhelaba.
Volvió a preguntar a otro de sus mentores
- ¿Dónde está la Patria?
- Está en tu Himno Nacional, en la Bandera — contestó simplemente
El pequeño se dio cuenta de que sus amigos no cantaban el Himno Nacional con ese fervor y que además, parecía que se avergonzaban de entonarlo. Por si fuera poco, no respetaban el símbolo tricolor. El niño a estas alturas estaba muy triste porque nadie podía decirle exactamente dónde estaba la Patria.
Estuvo sentado largo rato con la vista hacia el infinito, intentando comprender todas las respuestas que le habían dado. Un anciano que pasaba le preguntó:
- Niño… ¿Qué haces tan pensativo?
- Pues… verá… aquí… solamente pensando….pensando.
- ¿Y qué tanto piensas?
- Que nadie me ha dado respuesta a mis preguntas.
- ¿Son muy difíciles?
- Pues yo creo que sí.
- A ver… dime… ¿Qué quieres saber?
Cuando el pequeño terminó de contarle al anciano todas las peripecias que había pasado, el buen hombre sonrió, lo acarició de los cabellos y le dijo:
- Mira hijo, tus inquietudes han terminado. ¿Sabes dónde está la Patria? Está aquí - le dijo señalando a su mente y su corazón.
El niño lo miró sorprendido. Y el anciano, al darse cuenta que el pequeño no comprendía dijo:
- Sí… la Patria está en tu mente, en tu alma, en tu espíritu, está dentro de ti. Si otros no cantan con sentimiento la voz de tu Himno, cántalo tú con energía, con fervor, con cariño. Si ves que no respetan a tu Bandera, ámala tú, demuestra tu cariño y lealtad a México. Estudia, prepárate, lucha, persevera, para que algún día, se sientan orgullosos de ti.
Respeta a tus amigos, a tus compañeros, a tus padres a tus maestros, trátalos con amor y verás las cosas con más optimismo.
- ¿Amor? - preguntó el pequeño.
- Sí hijo. Amor. El amor mueve al mundo. Si amas algo, podrás amar a los demás. Podrás amarte a ti mismo. Y si te amas a ti mismo, podrás amar a todos, podrás convivir mejor en armonía, con esa paz interior.
- Oiga - interrumpió el pequeño - Se me hace que usted es un sacerdote o un predicador.
- No hijo, no soy eso que dices, pero no se necesita ser uno de ellos. Creo en Dios Todopoderoso. ¿Sabes? Jesucristo fue un nacionalista, un revolucionario…en pocas palabras ¡Fue todo un Patriota! Sus armas fueron muy poderosas. ¿Quieres que te diga como eran?
El pequeño asintió con la cabeza.
- Las armas de Jesucristo fueron las palabras más tiernas, dulces y amorosas. Jesús se atrevió a desafiar al Imperio Romano. ¿No te contaron alguna vez que Jesús dijo: “Denle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios?
“Con eso, Jesús demostró mucho valor. Supo darle a cada quien lo que le correspondía, sin llegar a la violencia. Por eso te digo, Jesús también fue un Patriota.”
El niño estaba muy emocionado. Había comprendido perfectamente qué era la Patria. Se acercó al anciano y depositó un suave beso en su mejilla.